miércoles, 7 de noviembre de 2012

EL OLOR DE LOS CRISANTEMOS Nov. 2012.


fotokotori



EL OLOR DE LOS CRISANTEMOS

Dadas las circunstancias de mi familia, yo no podía haber nacido y crecido en un sitio mejor. Ahora comprendo la  prevención de mis compañeras de colegio, pero he de decir que la inocencia no me dejaba sentir lo que ellas sentían. Si desde el momento de encarnar amas la soledad, el silencio y la naturaleza, el hecho de que el paisaje que contemplas cada día desde tu soleada ventana sea el inmenso cementerio de la Almudena, es un auténtico lujo, y así lo viví. Podría haber sido más idílico, sí… el pueblo que dejaron mis abuelos por un porvenir que creyeron preferible, pero nunca siendo niña me planteé esas cosas. Vivía lo que había y poco más. Por eso, en noviembre, siempre en noviembre, recuerdo con gratitud ese espacio que me permitió sentir en plenitud los pequeños anhelos incomprensibles para la mayoría, pero vitales para mí: el olor de los crisantemos, los cipreses apuntando al cielo y aquellas tapias de ladrillo rojo, altas, largas, cubiertas en su cara norte por un musgo prieto y fragante.
Mientras mi abuela adecentaba la sepultura familiar, blanqueándola, barriendo las hojas y quitando los hierbajos que hundían sus raíces en la línea donde la piedra se unía con la tierra, yo curioseaba por los alrededores….leía los epitafios … me fijaba en lo descuidadas y olvidadas que estaban algunas sepulturas en comparación con otras y de vez en cuando, llenaba el cubo con agua limpia de la fuente para que mi abuela siguiera con lo suyo.
Un día me alejé algo más de lo acostumbrado. Ya conocía de memoria las que estaban cerca  y me quedé helada al descubrir por pura casualidad, la sepultura de mi amiga Celia, que hacía dos años había fallecido de leucemia. Allí estaba su nombre, bajo la mirada de un ángel blanco. Me senté en el borde, frío… el sol de otoño no calienta, no… pasé mis dedos por su nombre, para leerlo con la piel  y sonreí al recordar su sonrisa… No sé qué sentirá la gente que lea aquel epitafio, que historia imaginará, pero yo, tuve la suerte de jugar con ella en el patio del colegio, de saltar a la comba y de reírnos un montón por boberías. Incluso compartimos secretos como el de ponernos chinitas en los zapatos para entregar nuestro sufrimiento por los negritos de las misiones. Creíamos en esas cosas.
Un día empezó a toser, lo recuerdo perfectamente, cada vez tosía más…. Vino a buscarla su hermana a clase… y no volvió. Sólo nos dijeron que se había ido al cielo y sus hermanas no paraban de llorar. Tenía 9 años cuando falleció y lo pasé muy mal porque la quería y creo que los adultos se equivocaron al no permitir despedirnos de ella, como si nos protegieran de algo sin darse cuenta o quizá por ello,  que nos ocultaban la única gran verdad que nos iguala a todos. Ese otoño, me encontré de nuevo con Celia y aún hoy sigue siendo mi alegre amiga.



para el belén,
el musgo de la tapia
del cementerio



kotori 12

6 comentarios:

Mar Cano Montil dijo...

Hola, preciosa :)

Me he emocionado leyéndote... Nuestras historias son como un árbol, siempre existe alguna rama que conecta con el pasado...

Creo que esa niña tan especial, que amaba la soledad desde chiquitina, como yo ;), no se encontró con la tumba de su amiga Celia por casualidad...

Merce, hay personas que siempre estarán unidas, a pesar de los yugos del tiempo terrenal.

Te dejo un beso enorme...

Beso de otoño
abrazo sincero
crecen en mi corazón.

:)

ADMINISTRADOR dijo...

Gracias Mar... no sé si llegaste a conocerla. Pero las casualidades no acabaron allí. Años después, en el colegio donde estudiaban mis hijos, vi a su hermana mediana que también llevaba a sus hijos allí (la Escuela Micael)¡qué te parece!. La reconocí al instante y se quedó sorprendida de que lo hiciera. Creo que aún le dolía el recuerdo de Celia.

Un abrazo y felicidades, que si no ha sido, será pronto tu cumple ¿no?

Con cariño, siempre, Mercedes.

Mar Cano Montil dijo...

Uau, Merce, se me pone la carne de gallina, como es el camino de la Vida...

No conocí a Celia, pero sí recuerdo esa sensación que tan bien describes en el relato: ese luto 'intocable'; como si fuera tabú y no se pudiera hablar de ello, como si te inyectaran en vena el miedo a esa única gran verdad que nos iguala a todos (como bien dices).

Qué solete eres ;D, sí, la semanita que viene me echo un añito más al morral; ¡muchas gracias por acordarte!!

Muchos besos.

gorka dijo...

Gracias por compartir este relato y haiku Mercedes _/\_

Un abrazo!

Josefa dijo...

Hola Mercedes: Me he emocionado leyendo este conmovedor relato lleno de sentimiento. El haiku una maravilla.
Gracias por tus letras.

sandra dijo...

Qué maravilla la vida, continúa en el recuerdo de quien la siente. Gracias por compartir tu vivencia, se percibe...