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HAIKU-DÔ A VISTA DE PÁJARO por kotori 2019
El Haikui-dô no es un camino como
aquellos que tanto inspiran a poetas y escritores. Es tan pequeño y resbaladizo
que se parece más a un sendero de esos que transitan en silencio los animales
que habitan el bosque o las dunas.
Así lo experimenté hace ya unos cuantos años
cuando supe que el haiku era, de alguna manera, mi tabla de salvación: un camino
íntimo de sanación espiritual, un camino fiable para el que busca despojar su
alma de banalidades y dejar de sufrir por toda la estupidez humana en la que
nos vemos envueltos a causa de los sentimientos, o tal vez un peregrinaje hacia
el centro del ser para encontrar esa dulce flor del olvido que nos distancie de
la dureza de vivir y nos retorne al paraíso perdido…Pero no fue como imaginé.
Sé que hablar de estas cosas
pondrá a muchos en guardia. Sanación
espiritual suena a religión, a
superchería. Hay miedo y rechazo, seguro que justificado. ¡Demasiado dolor han
traído las religiones y la superstición al mundo, de manos de los ambiciosos de
corazón! Lo comprendo, pero se llame
como se llame ese anhelo, esa búsqueda, pasa por negarme a cercenar mi ser al
que no concibo sin que cuerpo, alma y espíritu se mezclen de tal forma que sea
imposible distinguirlos. Y a ese punto de unión con el Todo es al que llego a
través del Haiku-dô cuando el tsunami de la existencia me lo permite. Creí que
el haiku-dô me evadiría de una realidad que resultaba insufrible y resulta que
me puso en contacto precisamente con la Realidad que hace soportable este
mundo. Parece una contradicción, pero no lo es.
También soy consciente de que el
sendero elegido no es el más popular de entre los que podía haber
transitado. Que la Naturaleza “a secas”
me conmueva más que un beso robado entre amantes bajo la luz de la luna, y que
en los haikus que van saliendo a través de lo que siento, el ser humano y sus
“cosas”, sea algo tan importante o menos que un insecto, no llega a calar en un
mundo enfermo de antropocentrismo. No puedo obviar la necesidad vital y urgente
de volver a la Naturaleza a través del Amor y del Respeto, y eso solo ocurre
cuando se Conoce. Y se Conoce cuando lo haces desde la Humildad, vaciándote de
ideas preconcebidas, y te vuelves Humilde cuando te Revelas contra todo aquello
que por ser hombre o mujer, te entroniza ante otros seres de cualquier
condición y a los que sometes a vasallaje. Es una concatenación de decisiones
que marcan un estilo de afrontar la existencia y que te sitúan sin lugar a
dudas, en un espacio muy concreto en el que cabe lo justamente necesario. Lo
demás sobra, chirría y contamina. Y esto es lo que, justamente, aparece como una evidencia cuando se
peregrina por el Haiku-dô y te ciñes al
minimalismo de sus versos, tanto en el fondo como en la forma.
Confieso que no puedo evitar
sentir cierta desazón cuando leo poemas que sus autores denominan haiku y que
por la posición de cierto privilegio que poseen en el mundo editorial, colocan
con una facilidad pasmosa en los circuitos literarios, desvirtuando su esencia.
Esta intromisión, seguro que sin mala intención pero que denota una cierta
arrogancia, adultera el haimi, ese sabor
a haiku, y engaña al que se inicia porque tapona la Realidad y a cambio ofrece
una pseudo-emoción banal y frívola que nada tiene que ver con el haiku. Desde
concursos hasta entidades públicas, editores y poetas, se atreven a usar el nombre del haiku para
cualquier “cosa” que se ciña a la forma de
sobra conocida, despreciando el imprescindible fondo que hace de un terceto un haiku. Y de nada sirve que personas
altamente cualificadas, reconocidas y formadas, argumenten de manera
indiscutible qué es haiku y qué no. En seguida se les tacha de ortodoxos e
involucionistas y hasta ahí llega la discusión. Además esgrimen como bandera de
su cruzada el que en Japón se publican “haikus” como los que ellos proponen. Y
es cierto, pero que en Japón se publiquen no quiere decir nada, o puede que
quiera decirlo todo. Y sobre este tema han hablado hasta la extenuación
personas altamente capacitadas, como el profesor Vicente Haya que lo conoce de
primerísima mano desde hace muchos años. Sus opiniones y argumentos ahí están
para el que verdaderamente esté interesado en el Haiku-dô con lo que implica de
renuncia y de revisión personal.
Y en cierta manera, les comprendo,
no es una propuesta fácil… Los sentimientos esclavizan, la ciudad atrapa y
mantiene a sus prisioneros en una especie de espejismo cultural, muy dinámico,
pero que desde mi punto de vista se aleja de lo que es la esencia y el tempo del haiku. Y lo siento mucho por
la imperdonable pérdida de oportunidades para aquellos poetas que no las
aprovechan para dar un quiebro, para abrir paso e incorporarse, desde su
posición, a una forma más honesta de utilizar la palabra haiku. Sobre todo por
lo que significa en momentos en los que la Tierra, la Naturaleza y por ende la
Humanidad, están casi en modo de no retorno. Cuando sale un nuevo libro de
falso haiku, cuando veo un proyecto que no sabe ni de lo que está hablando o
que intencionadamente sesga una información crucial por una cuestión de gusto
personal, o un concurso de haiku que premia tercetos, senryus o zappai como si
lo fueran, se me parte el alma y pienso: Otra cortina de humo, otra oportunidad
desperdiciada y un gran paso atrás para muchos. Porque aunque sea desde la no
intención, están quebrantando un pacto y haciendo mucho más daño del que son
conscientes.
Por eso me atrevo a decir a quien
quiera escuchar: ¡descúbrelo sin miedo!¡osa borrarte y desaparecer para dejar
espacio a esas criaturas que con nuestra arrogancia desplazamos! ¡Conecta de
nuevo con la riqueza que ofrece el bosque, el mar, el cielo antes de que sea
demasiado tarde!¡No permitas que a través del olvido de los nombres de plantas, de aves o insectos, vayan
desapareciendo de la memoria y dejen de existir!¡ Y déjate morir como autor de
tus haikus, con la misma elegancia que
se apodera de las hojas en el otoño!
El haiku es un espacio vibrante
en el que se manifiestan instantes sagrados de Vida en estado puro, sin
pretensiones, sin competitividad, sin anhelos imposibles, sin nada que sobre ni
falte, porque hasta el zumbido del mosquito en una noche de verano, es
perfecto, es sagrado por mucho que nos fastidie. Y no me arrepiento por haber
arriesgado a seguir mi intuición. No tengo más intención que transmitir lo que
siento por si a alguien sirve de algo. Porque una vez superado el repecho,
cuando ya sientes que caminas con menos esfuerzo, cuando percibes sutilmente que
hay algo nuevo que se ha incorporado a tu ser, los motivos de aquel primer paso
se desvanecen, y compruebas que tras cada recodo hay un regalo que insufla vida
al alma y que a su vez, alimenta al Espíritu que nos une, en un acto de generosa
reciprocidad, anclándote a la tierra, a la Realidad que ahora ya no resulta
amenazadora.
Afortunadamente
hay una corriente subterránea imparable de personas, instituciones, talleres en
la red, editores y poetas que han captado este “sentir el haiku” y que apuestan
por él desde hace mucho tiempo y a pesar de las dificultades. Mis gracias
infinitas por este impagable acto de fe.
El Haiku-dô es un sendero hacia
el Silencio interior, y el haijin que lo transita desde el respeto, el testigo
fiel y transmisor, mal que pese, de lo que ante él se manifiesta. No porque sea
un elegido de los dioses, sino porque ha elegido libremente un sendero efímero
entre las dunas.
Mercedes Pérez kotori 2019