fotokotori
LOS JARDINES DE JAPÓN
Sin salir del
asombro que constantemente me embarga en estas calles de Kyoto, volvemos a
entrar en los jardines de otro templo.
Ya no soy capaz
de distinguir los nombres. Todos suenan
igual de bien: a hermosura, y tengo la
sensación de haberlos hecho “uno” en mi mente y en mi corazón, sin límites ni
distancias, como si los templos de Kyôto
y los de todo Japón, se entrelazaran
entre ellos a través de sus jardines , de la Naturaleza, del mar, del aire y
formaran Uno Solo, majestuoso en su sencillez, lleno de recovecos silenciosos
en los que lo mismo te inclinas ante un Buda, como aparece un Jîzo rodeado de
brillantes monedas, o escuchas un
manantial del que pende un cazo votivo bajo un árbol en el que se anudan
intenciones. Y cómo no, por doquier, te
topas con estelas funerarias que están ahí como si nada pasara entre los vivos
y los muertos.
Quizá por todo
esto, siempre me acompaña la extraña y agradable sensación de estar en un lugar sagrado y que
cualquier rincón de este país está habitado por seres sutiles que se pueden
sentir con una cercanía difícil de describir.
Pequeños
puentes de madera que se elevan suavemente, apenas una ligera curvatura, dejan
su reflejo en los lagos que aparecen y desaparecen entre los bosques de cedros
de apariencia silvestre a pesar de
pertenecer a proyectos paisajísticos ideados por el hombre, pero que aquí en
Japón, han adquirido una dimensión tan mimetizada con los que les inspiraron
que es difícil hacer distinciones.
Este hecho me
maravilla por lo que habla a favor de quienes los idearon. Lograron comprender
la esencia de la Naturaleza y crearon un espacio lo suficientemente respetuoso con
Ella para que el milagro fuera posible. Ahora estos bosques están habitados por
esos seres, los guardianes de cada árbol, planta o piedra… Lo que para
nosotros, los bien pensantes occidentales, es algo inerte, aquí cobra vida y
posee su propia alma.
Flotan los
patos
dejándose
llevar
al otro
lado del puente
Me sorprendo
al escuchar un sonido peculiar de pasos
marciales, pero que suenan raros… suenan a madera rozando grava. Al tiempo, me
distraigo en observar a un pequeño
pajarillo que escarba con sus frágiles patitas sobre el musgo que cubre un
inmenso espacio bajo los árboles.
Casi seguro que este jardín es barrido
sistemáticamente cada amanecer con sumo cuidado para no dañar el delicado musgo,
y a lo largo del transcurrir del día se va embelleciendo con acículas y flores
que caen sobre él sin apenas hacer ruido, con un sonido tan leve que roza el
silencio.
Quedan
tendidas sobre el musgo, con el color y la textura de lo que empieza a morir,
ramitas, flores de camelia, hojas amarillentas y por allí mismo, caminan los pajarillos.
Sobre el musgo
con el color de lo que muere
flores de camelia
El
sonido de los pasos marciales cada vez está más cerca y en seguida aparecen, en
blanco y negro, los hábitos de unos
monjes zen que caminan en grupo compacto
sobre sus “geta” de madera, origen de ese sonido tan peculiar.
Se
detienen ante un Buda que permanece hierático, medio oculto entre la vegetación
y se inclinan a modo de respeto para continuar con su sonoro caminar hasta una
puerta que les conduce al interior del recinto del Templo.
Casi
todos llevan gafas y me asaltan un montón de cuestiones acerca de su vida, de
sus intenciones, de su vocación…¡Son tan jóvenes!
Poco
a poco tras la escalinata que desemboca en una puerta, desaparecen los dos
últimos monjes con sus geta, sus gafas, sus hábitos y mis preguntas teñidas de
anhelo, sin contestar.
Mercedes Pérez kotori 2010
5 comentarios:
Un relato lleno de sensaciones, me encanta.
Besos
Me ha gustado tu haibún, Mercedes
y me ha encantado e haiku del musgo y las flores de camelia
Un Abrazo
Juan Carlos
Un saludo Mercedes.
Pues... ¡quiero más!
Por cierto, cierras con un precioso haiku.
Au au auuuuu
Merce, cuánto has traído, en tu ser, de ese viaje.
Ha sido fantástico leer los relatos que compartiste, quizás haya más, algún hecho minúsculo despertará otro día tu corazón y aquí estaremos para leerte.
Un haiku fantástico el de cierre, tres versos y la pintura de ese mundo !
Gracias por enriquecernos el espíritu... Un beso
.
Agradable relato, estupendos haikus. Me ha gustado sobre todo el primero.
Un abrazo,
Konstantin
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