domingo, 14 de enero de 2018

HAIBUN: "VUELVO AL PUEBLO" POR KOTORI



 FOTOKOTORI



Hoy vuelvo al pueblo después de meses. Hace mucho frío pero luce el sol. Miro con nostalgia los montes de finales de otoño. Otro otoño: el olor de las hojas que caen, de las nubes pasando rápido  y de la niebla que se incrusta en los poros de la roca para meterse dentro, muy dentro de la tierra que está sedienta.
Cruje la puerta del zaguán cuando la abro. Todo sigue igual, pero no. Conforme avanzo noto en el rostro los hilillos de seda de las arañas que se han afanado en las habitaciones vacías, en los rincones donde invisibles corrientes de aire conducen a los insectos para convertirse en alimento de las nuevas generaciones.
El aire de la casa parece haberse congelado. También el tiempo. Las agujas del reloj se han detenido en una hora cualquiera del día o de la noche, quién sabe, en una posición absurdamente asimétrica.
Me afano en moverme rápido y ventilar esos espacios cargados de densidad. Mis dedos se han endurecido por el frío y están tan torpes que apenas atinan a manejar las llaves de paso.
La leña que hay preparada cerca de la estufa ha sido horadada por bichillos pequeños. Cuando la enciendo, por los agujeros que han dejado, sale algo de humo. No es la primera vez que observo algo así, pero siempre me sorprende y me hace gracia.
La casa entra en calor. Yo tardo más. No puedo ni sentarme a comer del frío que tengo. Miro por encima el prado que da a la casa. Está muy verde. Cuando me fui, en plena sequía de verano, temía no volver a verlo reverdecer. ¡Cuánta preocupación en vano!
Al pie de los ventanales hay muchas moscas y moscones patas arriba. También hay una mantis verde y muerta. Lo curioso es que cuando empieza a subir la temperatura de la casa algunas moscas reviven y zumban en el suelo girando sobre las alas que mueven para, imagino, poder enderezarse y alzar su vuelo.
Aunque me parezca algo cruel, decido barrer y recoger a todos esos bichitos antes de que se produzca una resurrección masiva.


la casa del pueblo;
el leve roce en el rostro
de las telarañas



Mercedes Pérez kotori


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