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EL OLOR DE LOS CRISANTEMOS
Dadas las circunstancias de mi familia, yo no podía haber
nacido y crecido en un sitio mejor. Ahora comprendo la prevención de mis compañeras de colegio, pero
he de decir que la inocencia no me dejaba sentir lo que ellas sentían. Si desde
el momento de encarnar amas la soledad, el silencio y la naturaleza, el hecho
de que el paisaje que contemplas cada día desde tu soleada ventana sea el
inmenso cementerio de la Almudena, es un auténtico lujo, y así lo viví. Podría haber
sido más idílico, sí… el pueblo que dejaron mis abuelos por un porvenir que creyeron preferible, pero nunca siendo niña me planteé esas cosas. Vivía lo que había y poco
más. Por eso, en noviembre, siempre en noviembre, recuerdo con gratitud ese
espacio que me permitió sentir en plenitud los pequeños anhelos incomprensibles
para la mayoría, pero vitales para mí: el olor de los crisantemos, los cipreses
apuntando al cielo y aquellas tapias de ladrillo rojo, altas, largas, cubiertas
en su cara norte por un musgo prieto y fragante.
Mientras mi abuela adecentaba la sepultura familiar,
blanqueándola, barriendo las hojas y quitando los hierbajos que hundían sus raíces
en la línea donde la piedra se unía con la tierra, yo curioseaba por los
alrededores….leía los epitafios … me fijaba en lo descuidadas y olvidadas que
estaban algunas sepulturas en comparación con otras y de vez en cuando, llenaba
el cubo con agua limpia de la fuente para que mi abuela siguiera con lo suyo.
Un día me alejé algo más de lo acostumbrado. Ya conocía
de memoria las que estaban cerca y me
quedé helada al descubrir por pura casualidad, la sepultura de mi amiga Celia,
que hacía dos años había fallecido de leucemia. Allí estaba su nombre, bajo la
mirada de un ángel blanco. Me senté en el borde, frío… el sol de otoño no
calienta, no… pasé mis dedos por su nombre, para leerlo con la piel y sonreí al recordar su sonrisa… No sé qué
sentirá la gente que lea aquel epitafio, que historia imaginará, pero yo,
tuve la suerte de jugar con ella en el patio del colegio, de saltar a la comba
y de reírnos un montón por boberías. Incluso compartimos secretos como el de
ponernos chinitas en los zapatos para entregar nuestro sufrimiento por los
negritos de las misiones. Creíamos en esas cosas.
Un día empezó a toser, lo recuerdo perfectamente, cada vez
tosía más…. Vino a buscarla su hermana a clase… y no volvió. Sólo nos dijeron
que se había ido al cielo y sus hermanas no paraban de llorar. Tenía 9 años
cuando falleció y lo pasé muy mal porque la quería y creo que los adultos se
equivocaron al no permitir despedirnos de ella, como si nos protegieran de algo
sin darse cuenta o quizá por ello, que
nos ocultaban la única gran verdad que nos iguala a todos. Ese otoño, me
encontré de nuevo con Celia y aún hoy sigue siendo mi alegre amiga.
para el belén,
el musgo de la tapia
del cementerio
kotori 12
6 comentarios:
Hola, preciosa :)
Me he emocionado leyéndote... Nuestras historias son como un árbol, siempre existe alguna rama que conecta con el pasado...
Creo que esa niña tan especial, que amaba la soledad desde chiquitina, como yo ;), no se encontró con la tumba de su amiga Celia por casualidad...
Merce, hay personas que siempre estarán unidas, a pesar de los yugos del tiempo terrenal.
Te dejo un beso enorme...
Beso de otoño
abrazo sincero
crecen en mi corazón.
:)
Gracias Mar... no sé si llegaste a conocerla. Pero las casualidades no acabaron allí. Años después, en el colegio donde estudiaban mis hijos, vi a su hermana mediana que también llevaba a sus hijos allí (la Escuela Micael)¡qué te parece!. La reconocí al instante y se quedó sorprendida de que lo hiciera. Creo que aún le dolía el recuerdo de Celia.
Un abrazo y felicidades, que si no ha sido, será pronto tu cumple ¿no?
Con cariño, siempre, Mercedes.
Uau, Merce, se me pone la carne de gallina, como es el camino de la Vida...
No conocí a Celia, pero sí recuerdo esa sensación que tan bien describes en el relato: ese luto 'intocable'; como si fuera tabú y no se pudiera hablar de ello, como si te inyectaran en vena el miedo a esa única gran verdad que nos iguala a todos (como bien dices).
Qué solete eres ;D, sí, la semanita que viene me echo un añito más al morral; ¡muchas gracias por acordarte!!
Muchos besos.
Gracias por compartir este relato y haiku Mercedes _/\_
Un abrazo!
Hola Mercedes: Me he emocionado leyendo este conmovedor relato lleno de sentimiento. El haiku una maravilla.
Gracias por tus letras.
Qué maravilla la vida, continúa en el recuerdo de quien la siente. Gracias por compartir tu vivencia, se percibe...
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