jueves, 27 de marzo de 2008

EPÍLOGO DE LAS SEMILLAS DE CRISTO: EL DIOS DE TODOS


Habla el autor
...."Y hasta aquí , Las Semillas de Cristo, un relato que narra la epopeya de Jesús de Nazaret con el detalle y la ilación propios de una novela histórica, pero cuya génesis nada ha tenido que ver con la creación normal de un texto literario.
Releo este ibro y yo mismo me asombro de lo que dice; pero todavía me admira más cómo se reunió la información para escribirlo... O mejor dicho, para transcribirlo.
Te aseguro, lector, que no he puesto en esta historia nada de mi cosecha; excepto, claro está, las notas documentales que la acompañan. Todo cuento acabas de leer me fue dictado por un conjunto de personas que experimentan recuerdos espontáneos de una vida anterior junto a Jesús. Gentes- y esto es lo mas desconcertante del caso- que no se conocen entre sí ni están versadas en los Evangelios, pero cuyos testimonios encajan como piezas de un rompecabezas que, al reunirse, forman la figura de Cristo.
No me corresponde a mi efectuar valoraciones sobre la veracidad del fenómeno, ¡que cada uno piense lo que desee! Por mi parte, he cumplido haciendo pública una información que evidentemente no iba destinada solo a mi.
Algunas personas consideran que todo esto es fruto de una alucinación colectiva inducida bajo hiposis. Puedo asegurarles que no; entre otras cosas porque tales hipnosis no se han producido. Los sujetos que me hablaban permanecían siempre conscientes-en un estado especial- pero conscientes, sintiendo como despertaban en ellos unos recuerdos y unos conocimientos que permanecían soterrados en algún rincón de sus corazones.
Mi lectura de lo que ha ocurrido es que están emergiendo en el hombre unas nuevas e insospechadas capacidades espirituales y que ese despertar espiritual va a ser muy rápido. Es más, sospecho que estas manifestaciones son sólo los prolegómenos de una mutación, de una gran revolución psíquica, llamada a cambiar los destinos de la raza humana... El tiempo dirá si tengo razón o no.
Y ahora permíteme, lector, que como padre de la criatura efectúe algunas reflexiones en voz alta. Me asusta profundizar en un tema cuyas derivaciones podrían dar lugar a una colección completa de libros, pero intentaré no irme por las ramas del Arbol de la Vida.
La primera reflexión que me acude es que nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a monopolizar la figura de Cristo, porque su esencia y la información espiritual que de el proceden están distribuidas entre todos nosotros.
Las Semillas de Luz que Jesús nos transfirió, insertó, transplató o injertó en el Gólgota son patrimonio de la humanidad como las pirámides de Egipto o la gran muralla china, y constituyen un legado que convierte a todos los hijos de Adán, sin excepción, en herederos espirituales de Cristo.
Por tanto, que nadie se considere superior a nadie por pertenecer a un determinado grupo étnico o religioso, porque gracias al sacrificio del Maestro todos llevamos dentro al Hijo de Dios, seamos cristianos, budistas, protestantes, judios, animistas o ateos.
/.../
Es obvio que si la historia del hombre se repite es porque no aprendemos y, claro está, hemos de repetir curso. Dónde los hebreos fallaron, habían fracasado antes lo egipcios; y poco después de ser abortada la revolución monoteísta de Akhenatón, Moisés surgió misteriosamente para convertir a un pueblo de elclavos en el Pueblo Elegido.

….Al parecer, dios escoge siempre a los humildes porque los sabios, como lo saben todo, no pueden aprender nada, y esto, amigos, va de aprender… Por eso también Salomón, el mas sabio de todos lo sabios, fracasó estrepitosamente y el fin de su reinado se saldó con la división de Israel.

¡No aprendemos!

Unos sabios mataron a Jesús y otros le han seguido matando. Los que quemaban herejes y ponían capirotes a los mismos judíos que les perseguían al principio (¡las víctimas serán los verdugos!) activan nuevamente una rueda engrasada por Satán.

¿Qué si creo en la existencia del “otro”? ¡Pues sí, y a mucha honra! Nunca le he visto, pero tampoco he visto una bomba atómica y sé que mata. Basta seguir las noticias de la televisión para comprobar que el Maligno existe y que, además, goza de buena salud

/…/

Este libro pone de manifiesto que la historia de Osiris no er un mito, si no un guió sagrado que algún día un hombre dios habría de representar; un drama cósmico, codificado en forma de leyenda por los iniciados egipcios, que, sobre todo, no aparece solo a orillas del Nilo, sino en distintas partes del mundo y en diferentes épocas de la historia.

Los misterios de Deméter, la diosa tierra griega, guardan un asombroso parecido con los misterios de Isis, una virgen negra coronada en un trono; un trono igual al de la vírgenes negras veneradas por los templarios, aquellos caballeros andantes de la “tau”, que se afincaron sobre el Templo, exactamente dos mil años después de que Salomón y su socio Hirán decidieran construirlo y enterrar en sus sótanos lo que consideraban el conocimiento absoluto.

Sin necesidad de echar mano de los archivos akásicos (esa especie de Internet místico, al que, según algunos , todos estaríamos conectados), el mito de Osiris aparece en lugares tan alejados de Egipto como el Yucatán mejicano; así, el Popol Vúh, la biblia de los mayas, relaciona también la resurrección de los dos héroes gemelos (quizá una referencia al Bautista y a Jesús) con el agua y los peces, como sucede en la leyenda osiria. Estaríamos, por tanto, ante un mito arquetípico de dimensión universal, como lo consideraría Jung.

Y ahora, surge la gran pregunta: si Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios encarnado, ¿que papel corresponde a Krishna, Moisés, Buda y otras grandes figuras míticas de la historia?... El que marcan las leyes de la evolución y la encarnación cíclica de los divinos Avatares.

Buda, como Jesús, era un príncipe de sangre real que eligió la senda de la humildad y llevó una vida de renuncia (meditaba incluso bajo las ramas de un frondoso árbol, como el Nazareno). Sin embargo, uno permaneció en éxtasis, sumido en el nirvana o contemplación de la divinidad, mientras que el otro, después de hacerse uno con el Padre, se dejó crucificar por amor a sus hermanos. Nadie superó a nadie. Sencillamente, Buda prefigura a Cristo en el camino hacia la Consciencia y la Luz. Es todo una cuestión de genética, de evolución y de tiempo. El Eterno es un anciano de luenga barba blanca que carece de prisa.

Resulta significativo que muchas personas que experimentan recuerdos de una vida con Cristo, recuerden también otras existencias anteriores en Egipto, India o México. Parece como si el plan de redención se hubiera intentado en distintas épocas y lugares del mundo.

Si nos centramos en la Biblia y estudiamos con atención algunas de sus figuras emblemáticas haremos algunos descubrimientos de interés. Isaac, el primer cordero, subió al Monte Moria llevando sobre sus hombros una carga de leña en forma de “tau”, como combustible para su sacrificio. Yosef, el penúltimo hijo de Jacob, apodado El Salvador por los egipcios, fue vendido por sus hermanos, que engañaron a su padre Israel mostrándole la túnica del muchacho manchada con la sangre de un cordero. Moisés marcó también con la sangre del cordero las puertas de los israelitas y alzó su cayado en forma de “tau”, donde se enroscó una serpiente de bronce que curó al pueblo de las picaduras de la víboras de las arenas. Y Josué inició la conquista de la Tierra Prometida en el mismo lugar donde fue bautizado Cristo.

Para algunos investigadores de lo oculto, como Robert Ambelain y otros, Jesús se empeñó en repetir las hazañas de estos personajes para indicar al pueblo que él era el Mesías. Mi conclusión es otra. Opino que todos estos personajes reunidos configuran a Jesús, igual que los genes de nuestros antecesores componen nuestro mapa genético.

Según se deduce de este relato, las semillas que Cristo nos transfirió en la cruz eran cuantos energéticos, corpúsculos de distintos colores, según su nivel vibratorio, que se movían siguiendo el espectro, desde el rojo al violeta, pasando los anaranjados, amarillos, verdes y azules. Todos lo colores reunidos formarían el blanco, es decir, la Luz, del mismo modo que los fragmentos de la cadena genética de los patriarcas y los profetas forman al unirse el genoma de Cristo, una información espiritual transplantada al hombre, ese hombre cuyo mapa genético pretenden registrar ahora unos cuantos sabios de Estados Unidos y la Unión Europea….

Tras recibir el abrazo de su propio ser en el Jordán, Cristo es abordado por unos lobos disfrazados de corderos que le ofrecen nada menos que el reino de este mundo.

¿Quiénes son esos extraños seres, con poder y conocimiento suficientes para manipular la historia del hombre? El relato solo dice que viven en un universo paralelo al nuestro, al otro lado de unas puertas de luz. ¿De quienes se trata? ¿Y por qué “el de la capucha” aparece finalmente dando a entender que es el jefe de todo? Recuerdan mucho a los dioses de Sueño de una noche de verano que ríen manipulando el subconsciente de los mortales.

Temo que estas entidades tienen que ver con los Vigilantes Caídos de los Cielos, a los que hacen referencia el Libro de Enoc y los Manuscritos del Mar Muerto; esto es, los Elohim creadores del Génesis, que se unieron genéticamente a las hijas de los hombres y perdieron su esencia divina al quedar atrapados en la materia.

Estos dioses venidos a menos serían quienes tentarían y engañarían al hombre diciéndole que “todo el pescado está vendido” y que el futuro de la humanidad puede ser “reconducido” por los “elegidos” suyos a quienes revelen sus conocimientos secretos… El trato sería pactar espiritualmente con ellos, claro.

Jesús se sentó en el Arca de la Alianza, atendió sus propuestas y sus ofertas y luego las ignoró porque pretendían elegir por él y sólo el hombre tiene la capacidad de trazar su propio destino; ningún ángel caído, a pesar de sus poderes, puede hacerlo.

¡Atención a los Vigilantes Caídos de los Cielos y a los experimentos genéticos, pues la Serpiente es muy astuta! ¿Y si los hombre tuvieran algo que no tiene los dioses: un corazón?... ¡Quien tenga oídos que oiga!, son las palabras del protagonista de esta historia…

Mas no profundicemos en la negrura de los espíritus, si no en la blancura de los corazones. El gran titular de este milenio que inauguramos es que el espíritu de Cristo está enterrado en el interior de todos nosotros y se prepara para resucitar.

Ya sabes, lector, según la tradición oral judía, cada mil años del hombre cuentan como un año para Yahvéh. Por eso, estaríamos simbólicamente, en el amanecer del tercer día de la muerte de Cristo, cuando comenzó a aparecerse a sus discípulos.

Aconsejo que le facilites el trabajo abriendo tu corazón a la Luz. No es preciso hacer cursillos, meditación trascendental, ni retiros a Katmandú o al Paular. No se trata de sustituir una vieja superstición por otra nueva. Basta con mirar a los ojos de los hermanos más desfavorecidos, sentir en ti todos sus dolores y privaciones y colgarte las sandalias al cuello. Elige libremente tu camino y no permitas que nadie acalle tu corazón. Como hizo Jesús. Lo demás corre por cuenta del Dios, con mayúsculas que habita en ti.

De modo que si recorriendo estas páginas has sentido que caminabas por las polvorientas calles del Akra o te has visto con un manto a rayas, no sientas preocupación… No eres el primero ni el último a quien le ocurre. Son las Semillas de Cristo que comienzan a florecer en ti…. Disfrútalo…¿No sabías que lo tenías, verdad?, como dijo sonriendo Jesús a su hermano Jacob…¡Shalom!”

José Antonio Campaña. Año 2000

"Las Semillas de Cristo" Finalista Premio Hermética 2000 Autor: J.A. Campaña Ed. ROBINBOOK

3 comentarios:

Mateo dijo...

Parece imposible encontrar este libro. Lo he buscado por medio mundo y nada. Parece que ha dejado de hacerse y esta agotado en todos sitios desde hace por lo menos un año que ando buscándolo. ¿Alguien sabe o me puede ayudar a encontrarlo? Gracias

ADMINISTRADOR dijo...

Mateo, hace una semana, hablé con el autor y me comentó que lo van a reeditar, así que no desistas porque parece que está por salir.

Saludos, Mercedes

Anónimo dijo...

Llevo más de 10 años buscando este libro y no lo encuentro hasta hoy...