NAGA, EL PEQUEÑO SABIO
A los libros, se les puede llegar a amar, pero para amarlos, hay que conocerlos, estar en contacto
con ellos, han de formar parte del paisaje de nuestro hogar. Es verdad que ahora, los libros lo tienen un poquito más difícil, y hay mucha polémica en torno a que si el ordenador o el libro… Desde mi punto de vista, es muy importante que los niños tengan múltiples opciones para su desarrollo y no creo que sea bueno radicalizar posturas en un sentido o en otro. Tan malo es prohibirles que accedan al ordenador, como el que el ordenador se convierta en la única opción de ocio o de relación que tengan a su alcance. Ante todo, debe primar la sensatez y el buen juicio y comprender que no hay que temer a los avances, si no avanzar con ellos si es que demuestran su inocuidad y para ello tendremos que experimentar con cautela… En lo que se refiere a los libros, creo que privar a los niños de su compañía, de su magia, de las posibilidades de expansión imaginativa y creadora es un pequeño delito que debemos evitar… Es cierto, que cada vez tenemos menos tiempo de ocio, que padres y madres trabajamos mas de lo que muchas veces quisiéramos y que terminamos el día agotados, tan agotados que no nos restan fuerzas para detenernos un momentito ante nuestros hijos y compartir con ellos la delicia que supone, por ejemplo, leerles un cuento… Trabajamos demasiado para que no les “falte de nada”, y sin darnos cuenta les privamos de lo más importante para ellos, la comunicación con sus padres… Los niños no han venido al mundo a recibir “cosas”, ante todo han venido a recibir amor, a compartir sus experiencias vitales con sus padres, a mirarles a los ojos antes de dormirse y sentirse queridos y valorados… La lectura de un cuento, puede ser uno de esos momentos inolvidables de complicidad… Los niños, de la mano de sus padres, arropados por su voz, poco a poco abandonan la vigilia y se elevan al mundo de los sueños… Los cuentos infantiles son una fuente de información de valor incalculable… A través de ellos conectan con los arquetipos culturales que conforman el alma humana individual, recibiendo información concentrada de lo que Jung llamó “Inconsciente colectivo”, es decir de la experiencia psíquica y espiritual del ser humano desde sus orígenes.
Hay cuentos infantiles para todos los momentos del desarrollo del niño. Hoy en día la oferta, en contra de lo que pudiera parecer por la supuesta crisis, es abrumadora. Hay libros de tela para que los bebes no se hagan daño, de plástico para que se puedan leer en la bañera, sonoros, con actividades, pasivos, activos, etc… Pero no conviene olvidar que tanto el mensaje como la imagen han de ser adecuadas para la madurez emocional del niño. Normalmente los libros vienen con una reseña donde recomiendan la edad a la que van dirigidos y desde luego, cualquiera de ellos puede y debe ser supervisado por un adulto.
¿Qué es lo que mas le puede gustar a un niño cuando le regalamos un libro? Que se lo leamos… Luego el ya irá viendo o leyendo por su cuenta.
A parte de los cuentos infantiles clásicos de toda la vida, los de los hermanos Grinn, o los de Perrault, o las fábulas de Esopo, que forman parte de nuestra cultura y a los que no debemos renunciar aunque en apariencia nos parezcan crueles, hay otros cuentos con preciosas historias y con bellas ilustraciones que pueden gustarles mucho. Hay uno en particular, que a mi me agrada recomendar que se titula “Naga, el pequeño sabio” escrito por Manfred Sommer y editado por Everest en su colección Rascacielos, y aunque la editorial recomienda su lectura a partir de 8 años, la experiencia me dice que puede ser leído a los niños a partir de tres o cuatro años, dependiendo de la madurez que tengan. El libro trata de un niño, Naga, que quiere ser samurai y tras pedir consejo al venerable anciano pintor y escritor del pueblo donde vive, comienza un viaje iniciático en el que va aprendiendo de las virtudes de los personajes, en su mayoría animales, que va encontrando por el camino… De la tortuga aprenderá la paciencia, del ratoncillo la prudencia, del águila la dignidad, del gato la discreción, del dragón la fuerza de espíritu… y así sucesivamente, hasta finalizar su periplo… El cuento es muy sencillo y a la vez profundo. Os lo recomiendo, incluso para el niño que todos llevamos dentro.
Gracias de corazón. Mercedes Pérez
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