fotokotori
Ahora comprendo cómo se sentían aquellos soldados,
aquellas voluntarias que en tiempos difíciles, de guerra y oscuridad, preferían
arriesgar sus vidas antes que verse sometidas a la tortura de la inacción.
Comprendo a los ancianos voluntarios de Fukushima que
dieron un sentido profundo a su vida y que tuvieron la magnífica oportunidad de
“ser útiles” al ofrecerla para algo más
valioso que la propia existencia.
No, no siento miedo por mí. Siento que ya he vivido no
una, sino muchas batallas. Pero mentiría si no aceptara que me duelen las
posibles pérdidas, las palabras no dichas, el Amor no expresado con la
contundencia necesaria para derribar barreras. Me duele imaginar lo que puede
no llegar a ser y que temo como a esa conocida ausencia cargada de dolorosa
esperanza.
Desterrar del pensamiento, que no del corazón que nada
pide, el dolor de las exigencias de mi YO que como madre, como hija, como esposa, como
amiga, como amante, reclama hambrienta el pago de facturas que nunca debieron
existir.
¡Qué oportunidad maravillosa para
viajar al centro del SER, para reencontrarnos con TODO lo que habita en ese
espacio virgen e inexplorado!
¡Y qué vértigo da encontrar ahí las
respuestas, tan cerca… tan lejos!
Mercedes Pérez kotori
2 comentarios:
Muy cierto, aveces o quizás nunca nos hemos puesto en sus zapatos y no sabemos como se siente.
Quizás nunca lo podamos sentir porque son épocas y circunstancias diferentes.
Pero me siento identificado.
Muy buen articulo.
🙏 gracias por leer y comentar.
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