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¿Realmente lo que transmite un
haiku de lo Sagrado es tan importante?
En el libro “El
espacio interior del haiku” editado por
Shinde, su autor Vicente Haya escribe:
Cuando uno por primera vez en su vida se encuentra
con haiku japonés, no da crédito a lo que lee. El haiku que ahora citamos
podría ser un típico ejemplo:
(Haku-un)
Shika no ashi
yoromeki hososhi
kusamomiji
Las
patas delgadas del ciervo
dan
un traspiés
La
hierba roja de otoño
…Un ciervo que da un traspiés en la hierba….Y,
ante eso, surge inevitable la pregunta del lector occidental profano en la
materia: “Realmente, ¿tiene esto importancia como para escribir un poema?”.
Para el alma japonesa está claro: si un traspiés
de un ciervo de patas delgadas no tuviera importancia, la realidad misma se
desplomaría. No habría nada capaz de resistir la eliminación de un instante que
ya hubiera sucedido; la puesta del sol, la presencia luminosa de la luna en el
cielo estrellado, la llegada de la primavera, la nieve cubriendo los campos…,
todo se desharía como polvo al viento si un traspiés de un ciervo fuera algo
indiferente. El poeta japonés sabe, aunque no lo formule, que cualquier cosa
importa porque pertenece al todo, a la realidad que no puede ser si no como es.
La realidad va siendo formada por lo que sucede, y lo que sucede es el
resultado de los seres, con sus características naturalezas. Atender a estas
naturalezas es el único rito que se nos pide en nuestro camino de
“realización”, de transformación de nosotros mismos en la realidad que nos
asombra.
Hablamos de coexistencia y por tanto de corresponsabilidad.
Pero ¿qué entiendo por haiku de lo Sagrado?
Para
mí, es el resultado de una experiencia conmovedora al entrar en contacto con
ese “espacio misterioso e inconmensurable” que es la Naturaleza y que enraíza
con una forma de expresión atávica ligada de alguna manera, a esos poemas breves primitivos que no
utilizaban la abstracción si no la concreción.
Es
contactar en silencio con el Silencio, atenta y abierta para que lo que ocurre
- y siempre está ocurriendo- pueda
resonar. Pero ¡cuidado! sin expectativas, sin avaricia. No como una
coleccionista o una cazadora de haiku. Si lo acechas es probable que no lo
encuentres.
Para conocer y por lo tanto amar el haiku,- como
bien apunta José María Bermejo en su prólogo de Instantes- has de acercarte a él con la misma actitud que Sen no
Rikyû exigía para la Ceremonia de Té :
Con
wa, armonía; kei, respeto; sei,
pureza y jaku, quietud.
Casi
nada… Y ahora me surgen las lógicas preguntas: ¿Qué tiene de armonioso una
autovía? ¿Qué respeto mostramos cuando destruimos un río y condenamos a muerte
a sus habitantes para pasar un oleoducto? ¿Qué pureza dejamos tras el paso de
un pozo de fracking por el bosque, por la tierra violentada? ¿Qué quietud se
respira en una ciudad en hora punta? Es más, en esta sociedad que se auto
proclama civilizada, ¿se valoran estos principios?
El
haiku nos da la oportunidad de pisar con
suavidad la tierra y dejar una huella pacífica a nuestro paso.
Rayo en la noche;
la cabra tensando
su propia soga.
la cabra tensando
su propia soga.
Sergio Pinteño (España)
sol de noviembre.
de una tumba a otra
hilos de araña
Frutos
Soriano(España)
Nubes de lluvia.
Cada tanto la luna
alumbra el cerezo
Mary
Vidal (Argentina)
Unas hormigas
en el racimo maduro.
Viento del norte
en el racimo maduro.
Viento del norte
Julia Guzmán (Argentina)
Otro
pollo muerto
entre
las rocas.
Vuelo
de pelícanos
Lester Flores (Cuba)
Viento solano.
Los becerros se embisten
camino al río.
Roberto
Miguel Escaño Pérez (República Dominicana)
Mercedes Pérez
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